Cada uno de estos relatos pone una estampa ante nuestros ojos, rápida y
ligera, llevándonos a la sonrisa sin ningún comentario; después, ya
terminada la lectura, es cuando el humor se convierte en sutil horror al
comprender toda la situación, y, lo que es más grave, al reconocer
nuestra mayor o menor semejanza con los personajes vivos. Alguna vez
incluso hay toda una tragedia de la naturaleza humana puesta en sordina
bajo aspecto de ridícula incomprensión.
El gran maestro ruso del cuento.