El cristianismo de los primeros tiempos era contagioso, energético y
lleno de gozo. En El Reino de Dios es una fiesta, el sociólogo Tony
Campolo, enseña por qué los cristianos deben ser las personas que armen
fiestas dondequiera que estén. Ya sea con palabras, acciones o su simple
presencia, los cristianos pueden convertir la vida en una fiesta que
atraiga al necesitado, solitario, enfermo y oprimido a los brazos del
amante Padre Celestial.