Cirujano, erudito y autor de libros de éxito, Sherwin B. Nuland es uno
de nuestros mejores cronistas de la historia de la medicina. Obsesionado
durante veinticinco años con la enigmática historia de Ignác Semmelweis,
Nuland nos la cuenta con el rigor que le proporcionan sus propios
estudios y su experiencia clínica. Ignác Semmelweis es recordado por la
idea, ahora asumida, de que los médicos han de lavarse las manos antes
de examinar a sus pacientes. Sin embargo, en la Viena de mediados del
siglo XIX, ésta era una idea subversiva. Enfrentado a una explosión de
muertes provocadas por la fiebre puerperal, Semmelweis descubrió que los
propios médicos eran los responsables de la transmisión de la
enfermedad. Mientras que sus sencillas reformas obtuvieron resultados
inmediatos, también supusieron una amenaza para el establishment médico.
En aquella época, los microbios aún no eran ampliamente conocidos como
vectores de enfermedades, y muchos médicos ridiculizaron la noción de
que la falta de higiene de las manos fuera responsable de la muerte de
las pacientes. Condenado al ostracismo por sus colegas, el Dr.
Semmelweis acabó ingresado en un manicomio, donde fue sistemáticamente
molido a palos por sus guardianes hasta que murió de sus heridas
infectadas.