En América Latina, la preeminencia de los militares dentro de los
sistemas políticos ha sido un denominador común. Su papel, en las
décadas de 1970 y 1980, se caracterizó por actuaciones autoritarias.
Tras el fin de la Guerra Fría se dieron diversos cambios políticos e
ideológicos en la región, lo que presionó a los regímenes militares para
iniciar procesos de transición democrática. Sin embargo, dichos procesos
ocultaron la persistencia de enclaves autoritarios que aseguraron la
continuidad indirecta del poder militar. Los casos de Chile y Guatemala
convergieron tanto en los procesos de transición política como en la
persistencia de enclaves autoritarios.